Por
Frater Pravus
Una
de las actitudes que más me chocó cuando fui masón es el bajo nivel de introspección
personal e institucional que existe en la masonería puertorriqueña.
Parecería
que los miembros han pasado por un proceso de lavado de cerebro a tal nivel que
las fallas de la actual masonería puertorriqueña y la de los masones de la
actualidad no existieran. Ese es el pensamiento que se encuentra en los
miembros que han sido adoctrinados en el fundamentalismo religioso o los
cultos.
Tal
vez eso es en lo que se ha convertido la masonería puertorriqueña de la
actualidad… una religión, un culto.
Este
fanatismo por la “idea de la masonería” y del “masón” llega al punto de negar
que puedan existir fallas institucionales y crean un aura de infalibilidad en
la institución y sus miembros y una sagrada
inviolabilidad de sus líderes. Los masones puertorriqueños han llegado al punto
de la ceguera voluntaria, que no reconocen las acciones erradas, aunque estas
sean más que evidentes.
Una
vez le comenté a un “buen masón” y a su
esposa de todo lo que había experimentado en la masonería puertorriqueña. Ese masón
lo que me contesto fue que debía tener mucho coraje con la masonería… Para mí
ese fue un momento de iluminación… el estigma de la masonería puertorriqueña se
manifestó en esa persona.
Le
presento evidencia irrefutable de las acciones deplorables de los masones y lo
que hace un “buen masón” es minimizar el asunto con que tengo coraje… ni
siquiera es capaz de reconocer los hechos.
Casos
legales en los tribunales de Puerto Rico y una adjudicación y pena de que se
cometiera un crimen, hacen al hecho existente. Independistamente de la indignación
de una persona que lo esté reportando, la acción criminal es un hecho.
Esta
deflexión, esta negación, lo que hace es hablar volúmenes del carácter del
masón y de la integridad de la institución que lo acepta y protege ante ese otro
masón que cometió esos actos criminales.
Cuan
abominable era la situación cuando se me exigía prestarle honor y respeto a un
alcohólico y chismoso. Era como si los otros masones no vieran el evidente
alcoholismo de esta persona. Es como si sus faltas al estar llevando y trayendo
chismes y creando garatas no importara… todo porque es un masón.
Cuanta
vergüenza sentía cuando llegaba a una actividad a alguna logia hermana y nos
ponían el galón de ron en la mesa porque sabían que ese viejo bebía mucho… Cuanta
vergüenza me daba tener que compartir con un masón que robaba en su trabajo y
otro que agredía a su esposa. O tenía que cubrir a ese masón que salía a la
logia pero se iba a visitar a la chilla…
Cuanta
vergüenza siento de haber sido masón… y haber tenido que llamar a esas lacras
“hermanos”.
La
esposa del “buen masón” defendió la situación con un, “la idea de la masonería
es muy buena, pero estos hombres fallan al ponerla en ejecución”.
Pero
esto lleva a otra gran mentira para justificar la falta de entereza en la
masonería. Porque seamos hombres falibles no significa que tengamos derecho a
fallar. No tenemos derecho cometer errores y no esforzarnos en no cometerlos y
cuando sucedan en rectificarlos… esta actitud no existe en la masonería de
Puerto Rico.
El
reto es a todos esos masones en Puerto Rico que busquen en www.ramajudicial.pr o en Google o YouTube
o en los archivos del Nuevo Día los nombres de sus Venerables Maestro y Grandes
Maestros y la de algunas de esas luminarias que llaman masones. Pidan un
Freedom of Information Act a los ex militares para ver cómo han salido del
servicio… Comiencen con un certificado de antecedentes penales…
Enfrentarse
a la realidad de quien son es muy difícil. Admitir que los masones ya no son en
su mayoría hombres libres y de buenas costumbres es difícil… y mucho más
difícil es admitir que han fallado en hacer de hombres buenos, mejores…
Para
eso se requiere introspección institucional y valor personal… el cual yo no encontré en la masonería
puertorriqueña… Por eso no soy masón, porque se ha convertido en una
institución donde preservar la apariencia es más importante que la integridad
moral…